“El abandono puede ser absolutamente delicioso o terriblemente doloroso. Visto en su vertiente negativa, el abandono se intensifica con una soledad amarga. La persona traicionada, desamparada, separada de un ser querido... la única compañía que le queda es la de la pena, el miedo, la incertidumbre... Si se ha abandonado a alguien o a alguna cosa, a todo ello se mezclan el pesar y los remordimientos. Y esto no es tampoco demasiado alegre.
Afortunadamente, el abandono tiene sus momentos buenos. Instantes de calma, de reposo. Uno se abandona al sueño, a la pereza, a la caricia del sol. También puede ser la hora exquisita de las confidencias. El momento para decir, con entera confianza, todo aquello que se lleva muy adentrodel corazón.”
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